La instalación de Juan Bautista Juárez (Juancito) fue una inmensa pintura que envolvió uno de los cuartos de la Artefactoria. Al penetrar en el recinto oscuro aparecían proyectados sobre la pared una serie de retratos de Rubén Darío. Recuerdo los de Schiaffino y Guayasamín, éstos mismos se reflejaban sobre un espejo que se movía constantemente volviéndolos a proyectar sobre las paredes. Salías mareado y entonces Juan te preguntaba: ¿Darías el negro?, sin la coma.
Una de las tantísimas exposiciones acerca de nuestro ambiguo y desconocido poeta y héroe nacional Rubén Darío, en la Artefactoría, 1996. El afiche de la muestra publicado en El Nuevo Diario molestó a Pablo Antonio Cuadra, que lo veía como una afrenta a Rubén, por haberle encajado el sombrero de Sandino. Pero qué va. Venimos de ese chacuatol. Aquí no hay pureza en nada.
Acabábamos de regresar del viaje a Preston y David había quedado atrapado con la obra de Rebecca Horn. La locura/la angustia en aquellas salas del museo. Los locos y locas de Chontales solo se pegaron. Estaban al centro zarandeándose como sábanas o banderas. La noche de la inauguración Juan Bautista Juarez apareció saltando encima de las baladas de Alci Acosta. La cantina se volvía galería de arte. Después derramó la sangre sobre el piso y se hizo un charco con una forma extraña.
La tribulación de Don Marcos y don Marquito, fue una vela en la Artefactoria, o sea trataba acerca de la muerte y su constante asedio. Se repartió café, se jugó desmoche, se bebió guaro lija. Se cantaron las canciones de los angeles negros, se contaron chistes de Quevedo. El ataúd estaba pintado en el all-over típico de Denis entonces. Era como que estaba enterrando toda una etapa o una obsesión. La más oscura de todas las instalaciones.
Las puertas del pasatiempo, es el título de uno de los libros del poeta (evidente). Raquel Quesada siempre andaba el libro en el sobaco, “es el poeta looooooco”, nos decía y nos recitaba uno de los poemas. En 1993 se cumplieron 100 años del nacimiento de Alfonso Cortés y como éramos fans del poeta loco decidimos hacer una muestra en su memoria. Estábamos bien locos. Fuimos a León y nos reunimos con los responsables del Museo Alfonso Cortés. Nos amaron, quién sabe por qué. Nos dieron las llaves y nos fuimos a montar, antes nos probamos las sandalias del poeta, el sombrero, la cama, las cadenas. Cuando estábamos montando tembló. Raquel aseguró que era el poet. Estuvimos de acuerdo. La idea de ampliar la participación en las actividades de ArteFacto comienza a tomar forma.
Exposición en homenaje al poeta Alfonso Cortés en 1993. Primero se realizó en León en la Casa-Museo y luego en la Artefactoría, en Monseñor Lezcano, Managua. O tal vez fue al revés.
Instalación de Patricia Belli en la Artefactoria. Era un túnel angosto. Un túnel incómodo y a la vez sensual. Y avanzaban los peregrinos despacio tanteando aquella piel roja. De pronto allí estaban este poco de locos egregious: Dalí, Poe, Darío, Van Gogh, el loco del tarot de Marsella. Al final varios de los locos se escaparon del túnel. Filmamos y aún existe el vhs para probarlo. Patricia se excedió con esta instalación. Vaya mala costumbre.
Otra exposición en homenaje a Sandino. Esta vez en el “galillo”- Sala de exhibición del Teatro Justo Rufino Garay, en Las Palmas. La expo fue inaugurada “el mero día del semillazo”, el 21 de febrero de 1994. Hay que recordar que Sandino NO estaba de moda para nada en la década de los 90. Lo que estaba de moda era BORRAR todo y cualquier vestigio de la revolución. Sandino incluido. O sea que andar haciendo muestras en homenaje al héroe no le caía en gracia a casi nadie. La muestra trataba de ser una visión crítica de la figura del general en ese momento (cuando él se estaba “fading”) y claro una crítica a la actitud oportunista de muchos artistas y figurones de la cultura nacional que se acomodaban nuevamente del lado donde calentaba el sol.
La última de las instalaciones individuales de 1995 en la Artefactoría. De Aparicio Arthola, surgida según el artista de la idea de un viaje a Europa que tenían como grupo anunciado por la Tere, entre otros temas. Había un tren, unos muertos (esculturas) y varios personajes típicos afeados de Arthola.
Esta fue una muestra importante para Celeste González. Acá dio rienda suelta a su imaginación en el uso de la fotografía, no como fin sino como un medio de investigación. Una serie de esculturas construídas con ensambles de fotos aparecieron en la Artefactoria. Estaba este carrusel que giraba y hacía unos ruidos perturbadores y había una pieza, casi emblema de lo que pretendíamos entonces, en que las fotografías sumergidas en frascos de vidrio llenos de agua comenzaban a desaparecer, y desaparecieron. La galería oscura, las piezas brillando. Todo un viaje a propósito de los huelepegas que también aparecieron por allí.
Acción plástica realizada por ArteFacto (Patricia Belli, Juan José Robles, con la colaboración de Raúl Quintanilla, Carlos Cache Maturana y demás olvidados) en el Monumento Rubén Darío del Parque Central, Managua.
El susodicho monumento de Favilli-Bonzanno fue entelarañado con mecates y papel higiénico. La telaraña la rompía el hombre o la mujer nueva. Éramos cínicos. Darío seguía siendo el eterno desconocido de siempre. Figurón para decorar enero y febrero. Por aquí pasó una pava. Karen Bergman documentó toda la vaina. La alcaldía de Managua mandó a quitar la obra apenas cayó en cuenta.
Muñeco hecho por Patricia en cedazo con una estructura de madera, y Rubén Darío envuelto en una telaraña de mecate, papel higiénico y páginas del libro Azul. La situación que provocó ésta intervención grupal en el Monumento de Darío fue el tratamiento ligero y poco serio de su figura y de su obra en la flamante edición de AZUL (Editorial Nueva Nicaragua / JVC) que había tenido que ser retirada debido a sus más de 500 erratas. Ouch.